DOS ESTUDIOS COINCIDEN/ |
¿Somos más idiotas de lo que suponemos? |
/Por: Cicco. Pensamos que basta con ver para sostener cualquier idiotez que sea que sostengamos. Creemos que nuestros sentidos son un mecanismo de precisión infalible, un fantástico registro de la realidad, un termómetro que basta con sumergirlo en cualquier trasero para darnos cuenta del estado febril de las cosas. Pero tres personas acaban de demostrar lo contrario. |
A la luz de recientes descubrimientos, andamos, por lo visto, completamente en bolas. Ciegos, sordos y un poco tocados del mate. Christopher Chabris y Daniel Simons, dos profesores universitarios de psicología, uno de Harvard, otro de Ilinois, acaban de publicar “El gorila invisible”, un best-seller mundial, un estudio donde demuestran que, muchas veces, ni siquiera vemos lo que tenemos frente a las narices. No ver para creer. A Chabris y Simons los fascinaba cómo sentimos que nuestros recuerdos son infalibles, cuando nuestro registro de los hechos dista mucho de ser un engranaje perfecto. Para empezar, hicieron una demostración práctica: transmitieron un video con una práctica de básquet, donde les proponían a sus alumnos contar la cantidad de pases, aéreos y terrestres, que daba uno de los equipos. La intención no estaba puesta en si contaban o no con exactitud los pases. Lo asombroso sucedía a mitad del video donde un gorila entraba al campo de juego, saludaba a cámara y se retiraba. Cuando les preguntaron a los alumnos, si no habían visto nada raro en e video, la mitad de ellos no sabía a qué se refería. “Cuando les mostrábamos el momento en que ingresaba el gorila”, explica Chabris, “algunos pensaban que en el primer video que habían visto el gorila no estaba y que este era un segundo video. No podían creer que pasaran desapercibido esa aparición”. Con ese experimento –que puede ver usted mismo en www.theinvisiblegorilla.com-, los profesores se dedicaron a investigar qué otros gorilas gigantescos pasamos por alto en nuestras vidas, y cómo concebimos nuestra vida y nuestros recuerdos con herramientas, más bien, primitivas y falibles a la que llamamos nuestros sentidos. Y descubrió que son miles y que cualquier hijo de su casa puede confundir una bala con el “pituto” de la canilla. El libro aborda seis ilusiones cotidianas que afectan la memoria, atención, el conocimiento y la confianza. “Se trata de creencias distorsionadas que tenemos de nuestra mente”, dicen los autores, “que no son simplemente erróneas sino también peligrosas”.
“El gorila invisible” nos trae seis moralejas fundamentales sobre cómo pisamos el palito:
1-La ilusión es un bicho raro que nos hace creer que podemos hacer dos cosas a la vez con total atención. Es falso.
2-Nuestros recuerdos, por más que los evoquemos nítidamente, nunca están a salvo de los huecos y la distorsión.
3-Inclinamos más la balanza por la confianza que nos inspira el otro que por sus antecedentes. Otro error de cálculo.
4-Sobreestimamos nuestro propio conocimiento. Con lo cual, solemos tomar decisiones apresuradas que nos salen para el reverendo ojete.
5-Tenemos la ilusión de causa y efecto. Creemos, por ejemplo, que la llegada de un técnico a un club ha mejorado los resultados. Y sacamos conclusiones sobre eso, sin tener en cuenta otros factores que determinaron el mismo efecto.
6-Pensamos siempre que nuestras habilidades mentales son más eficaces de lo que son.
Creemos que tenemos una supercomputador en el balero, pero es un dispositivo viejo, con capas de polvo y que muchas veces la pifia. Damos por sentado que su velocidad es una clara seña de eficacia. “Traer recuerdos a la memoria casi nunca nos parece difícil”, advierten Chabris y Simons. “experimentamos lo fácil que resulta hacerlo, pero no las distorsiones que sufrieron desde que los almacenamos por primera vez. Estas distorsiones tuvieron lugar por debajo de la superficie de nuestra actividad mental, sin que participara nuestra conciencia”.
Al aporte de Chabris y Simons, se sumó en la Argentina el de Alejandro Borgo, periodista crítico, investigador escéptico y un derribador de mitos que publicó “Por qué a mí”, un análisis de cómo nos engañamos a nosotros mismos. A la cabeza de CFI –centro que se ocupa en refutar las pseudociencias- durante 30 años, Borgo se dedicó a desmantelar experiencias paranormales, supuestos curanderos y milagros que no eran trucos baratos de magia. Hoy acaba de desmantelar otra clase de experiencia, la que sucede dentro de nuestra propia cabeza. Los latiguillos con los cuales nos azotamos a diario para seguir con nuestra pobre vida enceguecida: “A mí me pasan todas”, “No tengo suerte”, o “Siempre voy a ser un fracasado”. “Estos no son pensamientos, en verdad, son creencias”, dice Borgo. “Todos creemos que sabemos, pero no todos sabemos lo que creemos. Somos malos observadores, tenemos mala memoria, vemos cosas donde no las hay y donde las hay no las vemos. Comparados con algunos animales, no tenemos ni de cerca la agudeza visual y olfativa que tienen águilas y perros. Pero tenemos una gran ventaja: nuestro cerebro, tal vez el organismo más complejo que exista en el universo. Hay que aprovecharlo”. Borgo dice que cometemos pecados imperdonables a la hora de actuar usando la razón. Él, al menos, encontró estos siete:
1-Pensamos en blanco y negro –sin matices.
2-No tenemos en cuenta los argumentos de la otra persona, sino su presunta autoridad.
3-Sobregeneralizamos.
4-Preferimos los cuentos a las estadísticas.
5-Sacamos conclusiones apresuradas.
6-Tenemos un razonamiento emocional.
7-Rara vez, nos sentimos satisfechos con una afirmación imparcial, si no se ajusta a lo que ya pensábamos.
“Las distorsiones cognitivas son pensamientos erróneos que provocan respuestas emocionales negativas”, cuenta Borgo. “Se ha estudiado mucho lo que les ocurre a las personas que sufren depresión. Hay una relación interesante entre los errores más comunes que cometemos al pensar y aquellos que cometen las personas que padecen estados depresivos.”
Y así es, mis amigos. Estamos en lo más alto de la cadena alimentaria. Somos la cúspide de la naturaleza, el entramado genético más perfecto concebido por la divinidad. Y también lideramos el ranking mundial de la idiotez. Somos número uno indiscutidos.
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