EL HECHIZO REVELADO 
¿Sos víctima del raybanismo?

RAY BAN Y CELEBRIDADESPor: Cicco. ¿Tenés un amigo, familiar o compañero de trabajo que ya no te mira igual? ¿Padecés la sensación incómoda de que, desde algún momento indefinible en el tiempo, quedaste varios escalones más abajo en la relación? ¿Sentís que tu amigo, familiar o compañero de trabajo actúa como si acabara de ser premiado con un falo de oro por méritos que nadie conoce aún?

¿Qué clase de salto de garrocha interior convirtió a tu amigo, familiar o compañero de trabajo de un ser humano decente, corriente y con la tendencia habitual al nabismo que todos tenemos, en un clon de George Clooney, Tom Cruise y Brad Pitt, juntos y apelmazados en una misma hamburguesa del ser?

La respuesta es sencilla: padece de raybanismo, una extraña y moderna cepa del virus de la conjuntivitis que altera la córnea y hace que, con un nuevo par de anteojos de sol, se sienta la estrella idiota de su propia película de cartón pintado.

¿De dónde viene todo ese aire de superioridad, concebido por las gafas Ray Ban y contagiado a miles de descerebrados que lo llevan en todo el planeta? De la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Así es. La conexión cerebral que trazan las neuronas dormidas y embrutecidas de los usuarios, es básicamente milico. En los años 30, la Fuerza Aérea norteamericana convoca a una empresa de lentes para hacer un modelo a sus pilotos que resista la intensidad del sol allá arriba. El resultado son los Ray Ban Aviator, que usan los pilotos y luego los miembros del ejército en su desembarco aplastante en Normandía. A partir de ahí, las gafas alcanzan el estrellato: Henry Fonda los usa interpretando a ese hippie motoquero en la leyenda del cine rebelde “Easy Rider”. En los ’80, se los pone Tom Cruise para hacer de piloto en “Top Gun” y los usa el detective rubión Don Johnson en “Division Miami” que además de las gafas, tiene yate y cocodrilo de mascota para multiplicar los niveles tetosterona en escroto. Y en los ’90, para sellar su fama, los porta toda la banda de chorros cheroncas en “Perros de la calle”, la de Tarantino.

Con el tiempo, el raybanismo atraviesa fronteras y culturas como bacilo de la gripe, y transmite en sus genes una mutación de sangre, bombas y misiles aéreos sobre poblaciones siempre berretas, endebles con cultos diferentes a los de Tom Cruise. El raybanismo transforma y combina todo ese espíritu en una amalgama de cristal, montura de plástico y actitud garca.

Hoy la compañía entrega premios a personalidades del arte –Tarantino, Matt Dillon y Ewan McGregor recbieron los suyos- para que vea la clase de triunfadores que llevan la marca, lanza modelos con diseños “agresivos”, y tiene una colección junior para que su hijo se vaya adaptando a pisar cabezas y torpedear amiguitos desde la gran altitud donde vuela su vanidad.

Las modas funcionan por asociación visual. Alguien conecta abritrariamente dos cables, un cigarrillo y una mujer explosiva, un par de anteojos y un piloto jetón, victorioso y asesino, para que su cerebro haga la conexión. Una vez que circula la corriente eléctrica de la publicidad, nada la detiene. El vínculo queda sellado para siempre, en algún rincón primitivo de su corteza cerebral, que aún lo emparenta con los simios.

Así es cómo basta con ponerse las gafas para sentirse en el aire, en pleno arrebato de raybanismo. Un piloto seguro, convencido y marcial, al mando de esa gran máquina que es su vida. Volando a velocidades supersónicas, en un vuelo sin escalas directo al piso.

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