LA DESAPARICIÓN QUE NADIE NOTÓ
La televisión ya fue

LA TELEVISIÓN YA FUEPor: Cicco. Desde hace tiempo, los medios se plantean el fin del libro. Cada dos por tres, viene un supuesto capo de la tecnología con un aparatito plano y pequeño y habla que el libro, tal como lo conocemos, está terminado y que ahora vendrá eso que tiene ahí en la mano. Después salen un grupo de defensores del libro, con la sangre en el cuello, ponen el grito en el cielo, hablan de los siglos de historia del libro, de su valor cultural y todo sigue como siempre. En medio de ese debate sin fin por saber si el libro está vivo o muerto o en estado vegetal, a todo el mundo se le escapó un cambio mucho más urgente: el veloz final de la televisión, el medio que históricamente más ha unido, vendido y embobado a la humanidad. 

Es el fin de la televisión, señores. Que alguien encienda el aparato, es señal de que no tiene una buena banda ancha de internet. Si la tuviera, no habría necesidad de recurrir más a la caja boba. El último fin de semana, en mi caso, me ví un documental tremendo de la leyenda del rock Patti Smith, luego una biopic de Ian Curtis, el desgraciado cantante de Joy Division, y las dos películas que me quedaban de Michael Haneke, sin siquiera encender la tele. Una semana atrás, organicé con mi hija un ciclo de Woody Allen –una película por noche- y ahora estamos atravesando uno de Alfred Hitchcock. Y no sólo no usamos la tele, tampoco recurrimos al video club.

En internet está todo. Temporadas completas de series. Recitales. Películas recién estrenadas. Para el que sabe buscar, no hay más que pedir.

Esta es la última revolución silenciosa. La de una generación que deja de ser teleadicto, y pasa de aceptar toda la basura que le trae la pantalla chica, junto a su telaraña de publicidades que lo alienta a ponerse pomadas rejuvenecedoras, comprarse mejores autos, gaseosas que dan gastritis, y puede dedicarse, gracias a la magia de internet, a elegir lo que le gusta sin cortes publicitarios.

No hay que encender la tele para enterarse de una primicia. De hecho, de tan achicados y vapuleados en su presupuesto, los propios noticieros deben dar imágenes tomadas de páginas de internet del exterior para hacerse eco de notas que llegaron tarde. Los tiempos han cambiado. Y, en este caso, para bien.

Hoy, ya no existe conductor radial que no hable con su laptot abierta, siempre conectado, siempre atento. Saben por dónde corre el flujo de la novedad.

La tele está tendida en convalecencia, rodeada de viejas celebridades que lloran su desgracia. Ni recuerdo cuándo fue la última vez que ví un programa completo. Cada vez que voy a casa de mis padres, tengo que pedir que me ayuden con los controles porque no sé ni cómo se enciende el codificador. Papá, por ejemplo, aún sigue atrapado por la tele. Es un teleadicto de los de antes. Los que, como nosotros ahora, nacieron sin tele y la conocieron tarde, y quedaron enganchados. Él aún acepta el juego: no podrá decidir concretamente qué quiere ver, pero tiene 90 canales prelistos para elegir. Mi viejo está grande, aún tiene la vagancia del espectador pasivo.

Junto con el fin de la televisión se acaba el espectador de culo pesado. En internet, el que quiere ver, tiene que buscar. Debe ser intrépido. Aprender los infinitos vericuetos de la bajada de películas. Entender y localizar los foros que comparten materiales. En fin conocer el paño.

Todo cambio trae cosas buenas. Y lo mejor de este será que se terminan los conductores. Los magos de cubrir el hueco: Rial, Chiche, Susana, Tinelli. Todos estos personajes que hablan rapidito porque tiene que venir el corte. Que te mantienen en vilo con algo que siempre es más pequeño y boludo de lo que te anuncian. Serán, a Dios gracias, historia. No los necesitamos más. Ahora tenemos lo que queremos por otra vía.

Es el fin de la televisión, mis amigos. Si aún persiste una sensación de continuidad, es porque a las casas de electrodomésticos todavía les quedan miles y miles de televisores de LCD por venderte. Aún seguirán haciéndote creer que las necesitás, hasta que no tengan más en stock y se vuelquen al próspero negocio de la venta de computadoras.

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