NUEVA TENDENCIA
Coros de boludos en las radios

Pescado cantorPor: Cicco.  Ya van dos veces que, colocando el dial en un informativo, un programa supuestamente periodístico conducido por un hombre supuestamente serio, me sorprendo encontrando una misma actividad: un grupo completo, algo que debería incluir a locutores, analistas políticos, económicos, deportivos y al conductor en cuestión, cantando a viva voz. Un acto que produce en todo aquel que lo escucha una misma reacción: básicamente la de tomar la radio y arrojarla al primer ser viviente que uno encuentra.

La primera vez, me sucedió  con el programa del Negro Oro, ahora con libro propio, uno de los más escuchados del día. No sigo a Oro, no sé dónde tiene su programa, sólo sé que le dicen Negro, no me interesa su ideología pero sólo puedo decirle una cosa: canta como el orto. Y esto debe ser en algún punto gracioso y atractivo para los oyentes porque la vez que accidentalmente pasé mis oídos por su programa, Oro reventaba sus cuerdas vocales con un tema de Ricardo Montaner que, minutos más tarde, el equipo de producción requería un bis y Oro volvía a cantarlo de una forma tan enérgica y alterada como la primera vez.

Como le decía, no lo escucho, así que intuyo que esto es algo que sucede con cierta frecuencia, pues a nadie le parecía fuera de lugar y todos consideraban que Oro cantando como el tuje era la cosa más estrepitosamente cómica del mundo. Y ahora, a los programas que la van de graciosos a la mañana, hay que sumarle los programas periodísticos que la van de boludos de la tarde. El día que escuche los de la noche, va a encontrar aquí también la tendencia nocturna.

La segunda vez, me sucedió  una semana atrás con el programa de Marcelo Longobardi. Como el que la escuchaba en esta ocasión era un taxista, tardé un buen tiempo en acertar si había puesto La Colifata, la radio del Borda o sintonizaba algún programa del Coro Kennedy en tren de borrachera y arrebato de ácido lisérgico. Pero no: después de un momento de gritos y alteraciones musicales, Longobardi, cual maestra ciruela, llamó a silencio a su equipo y pasó a hacer un análisis de la destitución inminente de Martín Redrado en el Central. Acto seguido, nuevamente el coro arremetió con La Marsellesa. A lo cual Longobardi, quien acusa conocimiento de música clásica, los desafió: “¿Saben cómo suena de verdad La Marsellesa? Ahora les voy a hacer escuchar la versión de Plácido Domingo”. “Pero es en italiano”, protestó alguien que, asumo, era la locutora. “Burra”, le espetó Longobardi, dolido en lo más íntimo de su discoteca, “Plácido es español”. Y luego puso la Marsellesa, y el coro atronó sobre la voz de Plácido, tanteando la letra como un ciego palpando culos en un swinger.

¿Qué pretende todo esta gente de sus oyentes? ¿Qué clase de empatía buscan crear? ¿Ponerse en boludo es una forma de atraer perejiles, subir el costo de las publicidades y mantener así una pedorrada durante años en el aire? ¿De dónde viene toda esta fórmula de cantar a cualquier hora del día, esta entonación de ducha llevada a estudio radial?

Todo en esta vida es integral. A una mala noticia le sigue, por regla, una buena. Siempre hay una Catalina Dlughi metida entre dos tragedias. Se ve que el ser humano no puede digerir tanta malaria junta. La tiene que bajar con un coro de boludos, que a ciertas horas del día, funciona como té Cachamay. Y, afortunadamente, en este hermoso país siempre hay alguien que se postula para boludo, salva las papas del fuego y nos hace entender que el país se irá al demonio pero siempre hay un boludo disponible, un coro de boludos disponibles para que uno pueda liberarse y reírse de ellos y canalizar su propia desgracia.

Así que, el asesino quiere agradecer este acto de generosidad y sacrificio, de programas cada vez más pelotudos, que nos ayudan a sobrevivir a las crisis más tremendas, al calor más agobiante, y nos hacen creer que la vida, con música coral de idiotas, merece ser vivida en plenitud y, sobre todo, con una sonrisa en la boca.

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