AGUANTE EL E BOOK |
El karma de tener muchos libros |
Por: Cicco. Ustedes dirán que el libro es lindo, es fetiche, bien ordenado, es excelente como decoración de interiores. Dirán, como muchos otros, que “hay libros que hay que tener”. Libros para consultar una y otra vez. Libros antiguos, de tapas duras. Libros con olor a nuevo, con olor a viejo, con olor a bola. Libros que fueron una tarea titánica el conseguirlos. Y verlos todo ahí, prolijitos, en la biblioteca es una forma de saborear un trabajo de acopio realizado con esmero durante años. Y yo pensaba igual que usted, hasta hace unos años cuando decidí mudarme a 100 km de la capital a una pequeña casa y ahí empezó la calamidad. |
Para ser exactos, atesoraba unos 700 libros, fruto de un buen tiempo trabajando como editor de cultura de una reconocida revista donde hice lo que cualquier editor con tino haría: robar libros a mansalva. Y así fui formando mi biblioteca: cuando vivía en la ciudad, eran cinco bibliotecas de tamaño normal, más un mobiliario que ocupaba seis metros de pared de una de las habitaciones. Como le contaba, hace un tiempo me mudé a un pueblo fuera de la ciudad y al día de hoy, ando regurgitando mis libros como si fuera víctima de una indigestión que ya lleva tres años.
Hasta hace poco, parte de mi biblioteca permanecía en el sótano de mis padres. Otra en su balcón. Otra parte en el altillo de mi ex suegra. Y otra parte, una selección básica, para sobrevivir, en casa. Pero, como sigo considerando que todo conocimiento entra primero por un libro, continúo acumulando textos: y así tengo ahora más libros en el ropero entre las toallas y la ropa, más libros en mis dos mesitas de luz, y más libros aún en una bolsa de consorcio que duerme el sueño eterno debajo de mi cama.
Cuando me mudé, pensaba en donar una buena parte del material. Conservar unos 100 libros, me decía entonces, era suficiente. Pero después me dio cosa: yo me dedico a escribir. Esto es lo mío. Y a veces, los libros así como pesan, salvan. He escrito infinidad de notas, y salido de infinidad de obstáculos gracias al rescate del libro perfecto. En estos estantes –bueno, o en estas bolsas o en este sótano-, pienso a veces, está todo. Así que algo siempre me impidió sacrificar mis bibliotecas y sacrificar por ende mi mezquindad. Los tengo, los guardo, los miro, apelotonados en bolsas rotas, durmiendo noches dentro de cajas de cartón en el balcón de mis viejos, salvándolos de la lluvia, secándolos luego al sol. Es como tener hijos desparramados por todas partes. Hay que cuidarlos. Saber con quiénes están. Cómo se encuentran. Dónde duermen.
Una vez me contaron la tarea titánica que fue la mudanza de Tomás Eloy Martínez entre la Argentina y los Estados Unidos. Lo que fue ese traslado faraónico de libros. Y el precio, me enteré del precio también. Una cosa de locos. Otro día se lo cuento.
Es por eso que, así como sucedió con la irrupción primero del cidí, luego del mp3 y la desaparición del disco, y toda esa manga de nostálgicos que rescataba la experiencia de tener el disco, mirar el arte de portada, y esas cosas en apariencia irremplazables de la experiencia artística, todo esto se tralsadará al lector. Es cuestión de meses quizás, un año apenas, para que se instale el libro electrónico y en apenas una pantalla del tamaño de un cuaderno Gloria uno tendrá miles de volúmenes. No habrá más sótanos de padres que nos salven de la pesada carga de ser un nostálgico comprador de libros. No más ex suegras que nos cedan gentilmente sus altillos. Apenas una pantalla poderosa, inteligente, que lo tendrá todo. Y espacio, mucho espacio.
Yo soy el primer defensor del libro electrónico. El mundo, conjeturo, cada vez estará más lleno de gente. Pero menos lleno de cosas. De objetos domésticos. Bastará una pantalla para contener todo el arte que dio la historia de la humanidad. Son tiempos de síntesis. Tiempos de recortes. Y el día que llegue el libro electrónico, seré el primero en soltar mis bibliotecas y remplazarlas por helechos. A Dios gracias de que, al fin, el futuro nos pase a todos por encima. Libros incluidos.
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