LA LECCIÓN DEL CASO POMAR
Cuando el periodismo delira

Caso Pomar en TVPor: Cicco. Suerte que encontraron finalmente a los Pomar. No tanta suerte para los pobres familiares, es lógico. Pero suerte, digo, porque si no hallaban su auto cerca de la ruta 31, con los cuatro integrantes de la familia Pomar sin vida, a esta altura del partido, con 24 días sin saber nada de ellos, el periodismo ya hubiese empezado a barajar la hipótesis de que fueron raptados por alienígenas o que fueron víctimas de una experiencia de teletransportación de la CIA o habían sido devorados por una plantación mutante de soja transgénica. 

Es sutil cómo una hipótesis se empieza a instalar entre la gente. Al comienzo, se dijo que el padre de los Pomar no trataba bien a su familia. Y luego, otro familiar sugirió que la mujer ya estaba un poco cansada de los malos tratos de su pareja y que pensaba hacer sus valijas y marcharse con sus hijos. Se conjeturó, por otra parte, que el hombre tenía deudas impagas y que había planificado fugarse del país. “Estaban viviendo un momento complicado de trabajo, pero nada desesperante”, dijo el abuelo paterno y reconoció: “Tenían discusiones familiares”.

Con esos datos, el periodismo –porque la justicia, será lenta pero es medida y no delira-, empezó a llenar páginas y minutos de aire dándole vueltas a distintos esquemas de una telenovela que, jugaron ellos, podría darles un bolo para masticar durante un buen tiempo. Vaya uno a saber: otro caso García Belsunce. Con una familia, en apariencia, dividida. Misterio, fuga y muerte.

Lentamente, la gente ya observaba que en la foto familiar, el rictus de seriedad contenida de Fernando Pomar, quien viajaba a buscar trabajo en su pueblo natal de Pergamino, se escondía el germen de la maldad. Esos ojos abatidos y chispeantes, esa mueca vencida, no eran otra cosa que el gesto de alguien que pensaba acabar con todo de una buena vez.

Es fascinante lo que pueden hacer los noticieros simplemente exponiendo un primer plano de una cara con un poco de sugestiva música de violines de fondo. Pongan a la Madre Teresa con esa misma música y a uno le va a entrar la sospecha: ¿realmente le daba de comer ella a todos esos pobres nenitos? Mmmm. ¿No será que guardaba en el fondo una segunda intención esta mujer?

Así es como funciona la música de violines. La tenemos incorporada de las películas. Hay un clima de cuerdas en el ambiente y algo se dispara en nuestro cerebro. Una señal de que hay gato escondido. Usted piensa que es libre de pensar lo que se le antoje, pero en líneas generales, los medios siempre lo llevan a uno de la nariz para pensar lo que ellos quieren que usted piense.

En su tren por informarlo todo, el periodismo cubre también la misma nada. Los jefes envían a sus cronistas con una orden: “Andá y contá qué es lo que está pasando”. “¿Pero y si no pasa nada?” “Vos andá y mirá que vas en remis y cuesta un dineral, así que traé algo”. En muchas oportunidades, lo que pasa es, aún, cero. Pero bueno, la competencia es mucha, la gente necesita saber, y cada medio debe empujar una buena conjetura, una historia que sea fiable, posible, debe hacer malabares con las hipótesis y jugársela por una. Es que a los interrogantes, hay que ponerles una respuesta. Si la historia aún no está escrita, los medios se van a lanzar a escribirla, por su cuenta. Así funciona en Hollywood. Así funcionan nuestros medios.

En tiempos en donde ya nada basta, los periodistas deben salir a esbozar un punto final y se apresuran por llegar primeros a escribir el desenlace de la historia. Aún cuando nada aún lo confirme. Aún cuando, quizás, como con la tragedia de la familia Pomar, después se tengan que comer sus propias palabras y reconocer que la historia, al fin de cuentas, no la escriben los medios. A la historia la escribe el tiempo.

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