PARTICULARIDADES DE LOS ROCKEROS LOCALES EN LA ACTUALIDAD |
Pity pintá paco p´acá |
Por: Cicco. Lito Nebbia regresó al legendario baño del bar La Perla de Once para colocar una placa conmemorando los 40 años del lugar donde compuso “La balsa”, y después de todas estás décadas de prestigiosa y coherente carrera artística, muchos han llegado a la misma conclusión: Lito debió haberse quedado en el baño. Este es, señores, el lugar donde el rock argentino nació y este es el sitio donde acaba de volver, hasta que alguien de sentido común tire de la cadena. |
Mientras tu jefe te exige puntualidad, orden, entrega, coherencia, trabajar los sábados y una cuota de hipocresía social para mantener pujante su compañía, a los rockeros sólo se les pide una cosa: que rimen “cerveza” aunque sea con “mayonesa”.
Se extraña la honestidad de Lito, un hombre que imponía en sus temas sus melodiosos “laralé, larilí, lalalá”, una forma espontánea de decir: “¿Y con qué corno iba a rimar Catalina Bahía?”.
Si alguien sometiera al rock a una tomografía computada, verá que buena parte de sus zonas están severamente comprometidas, tal como podemos ver en este examen tomado a lo largo de los años a un conocido compositor de bigotes -para evitar precisiones que lo comprometan, no diré de qué dos colores los tiene-.
Hoy el lema es: tiene que irte tan mal en la vida, que te irá bien en el rock. La única recompensa es que, quizás, en un futuro remoto, cobres unas buenas regalías, te coloquen un hígado de lata, y puedas tocarle las lolas a Natalia Oreiro con una pajita desde tu silla de ruedas.
Sin dudas, el rockero que mejor cumple con el lema es Pity Álvarez, un músico genial que ha hecho buena parte de su carrera profesional entrando y saliendo de clínicas de rehabilitación. A él le debemos el mayor rapto de inspiración rockera de los últimos tiempos, una letra apasionada y alucinada que, voy a intentar recordarla con exactitud, dice así:
“Fuego fuego fuego
Fuego fuego
Fuego fuego fuego
Fuego fuego
Fuego fuego fuego (repite diez veces)”.
Después de tanta gente que ha buscado ensamblar letras sin suerte, Pity fue el primero en demostrar la siguiente máxima: “Una palabra rima siempre consigo misma”.
No es fácil sobrevivir al rock, convengamos. No hay corrientes. No hay legados. No hay una historia oficial para contar. Hay tan sólo agujeros negros, sobre todo, neurológicos. Bebe Contempomi, el conductor del programa “La Viola”, un hombre empapado en el tema, sobre todo en los días de lluvia, recibió un adelanto que superaba los 15 mil pesos de una conocida editorial para hilvanar sus memorias salvajes junto a los músicos más célebres e inaccesibles de la Argentina. Han pasado dos años desde aquella firma y lo único que ha logrado hilvanar Bebe, hasta ahora, fue el botón de dos camisas.
A través de un conocido en común, sin embargo, di con algunas páginas de su escueto borrador. Aquí, transcribo los momentos más significativos, corregidos de su puño y letra. “Cómo recuerdo esa noche de primavera de 1989”, escribe Bebe. “Estábamos de gira con los chicos de Virus comiendo fideos con calamares en una fonda de Chile. En eso, llegó el Bahiano con los integrantes de Los Fabulosos Cadillacs. Los calamares estaban durísimos. ¡Qué noche!”. Tachadura. “Cómo recuerdo esa noche de otoño de 1999. Yo estaba con gripe virósica y cenábamos con Calamaro en un bar de Chile y Defensa. Andrés estaba durísimo. En eso llegó Caetano Veloso en un Cadillac estupendo. ¡Qué coche!”. Tachadura y un hilillo plateado al borde de la página. “Lo vas a ver varias veces”, me dice mi amigo. “Es baba. Se queda dormido sobre las hojas”.
¿Dónde ha ido a parar el verdadero rock creativo y autóctono?, me pregunto. Treinta años atrás, Luis Alberto Spinetta editaba un estupendo disco celebrando la poesía descarnada, ósea y maligna de Antonin Artaud. Hoy, celebra el cumpleaños en un teatro céntrico de uno de sus poetas preferidos, el doctor Tangalanga, cuya mayor similitud con Artaud es que ambos apellidos tienen muchas “a” en el medio.
Antes, las mujeres más sexies de la Argentina se encamaban con rockeros y salían orgullosas mostrándolos en las revistas. Ahora, se inclinan por acercarse a los tenistas, obligando a los músicos a recuperar el terreno perdido cambiando el desdén, los pantalones rotos y el pasaje al reviente, por las tácticas desesperadas de emboscada nocturna del ejército vietnamita. Meses atrás, una amiga irrumpió en el departamento de Charly García, quien muy amablemente, sin conocerla, la hizo pasar y la invitó a escuchar su nuevo disco. Una vez terminada la audición, Charly cerró la puerta. Y muy cortésmente, se señaló el centro en donde tenía colgada su guitarra -sólo que, en ese momento, no tenía una guitarra colgada-. “¿Por qué no me das unos besos acá?”, dijo. “Dicen que trae suerte”. “Y sacó algo parecido al maestro Yoda”, me contó mi amiga. “Pero sin el chalequito”.
Para ser un rockero local como Dios manda, es necesario cumplir con una serie de requisitos que me atreví a tomar de los libros de inminente aparición: “Cómo sobreviví al sexo, las drogas y el rock and roll”, de Teté Custarot y “Cien rimas obscenas para caerte de culo”, de Pipo Pescador. Aquí van las primeras tres.
1) Tener, al menos, dos terceras partes del cuerpo en estado comatoso o de lividez cadavérica, tal como podemos ver en esta imagen tomada del baterista de una banda barrial de notable convocatoria.
2) En los ‘60, los músicos consumían drogas alucinógenas para tentar a las musas: hoy se recomienda una dieta basada en comida vencida, preferentemente contaminada con esterichia coli, o procedente de un ignoto país más allá del Océano Índico.
Semanas atrás, una banda de rock barrial en ascenso, confesó que compuso su último álbum -al que los críticos juzgaron como “canciones vertiginosas y urgentes”-, en un cuadro severo de colitis.
Este fue el catering del último Quilmes Rock.
Algunas bandas se inclinaron por la carne, más bien, cruda:
3) Para dominar el arte de la rima en el rock, es imprescindible estudiar a fondo esa Biblia de la complejidad métrica llamada el “Twist del Mono Liso”, de María Elena Walsh. Pasada esta etapa, se recomienda memorizar estos poemas que transmiten parte del espíritu del rock de hoy en día, circulando las rimas donde corresponda. No vale plagiar.
“Todos los domingos
A la calesita voy
Y en los caballitos
Unas vueltas doy”.
“Gatito, gatito.
¿Y tu cascabel?
Lo perdí anoche
Jugando con él”.
“Nadie sabe dónde vive
Nadie en la casa lo vio.
Pero todos escuchamos
Al sapito: glo, glo, glo”.
Para cerrar, esta foto tomada de la sala de ensayo de Intoxicados, semanas antes de su último show en Obras. Una imagen que refleja el clima compositivo de una banda en su mejor momento.
El fotógrafo que me la vendió, me aseguró que si uno la mira atentamente durante cinco minutos, descubrirá a Pity, en medio del humo, jugando al tute con la Virgen Desatanudos. “Eso sí”, me advirtió. “Tenés que fumar lo mismo que él”.