FÍJESE LO QUE GASTA EN ESTAR ENTRETENIDO
Elogio del aburrimiento

Hombre que descansaPor: Cicco. En el 2009, vamos a gastar, a escala planetaria, 1,9 billones de dólares para no aburrirnos. De esa guita, 55 mil millones irán para comprar videojuegos –el doble que en el 2005-. Sólo los norteamericanos, invertirán unos 690 mil millones en la industria del entretenimiento, una de las más poderosas del planeta. En Latinoamérica, la gente desembolsará otros 47 mil millones, una tendencia que crece un 8,2% cada año.

No quiero contarle aquí sobre cómo, con la plata que se destina a jueguitos electrónicos, bastaría para rescatar a 19 millones de niños con desnutrición severa. No quiero que nadie se sienta incómodo. Pues, cuando uno vive en un mundo cada vez más feo, necesita ser entretenido. Es una necesidad básica, como ponerla. Aunque, ¿verdaderamente lo es? Después de todo, ¿es tan malo aburrirse? 

Una de las razones de por qué la gente precisa estar entretenida, por más que eso signifique seguir el programa infradotado de Marley, es que necesitan sentirse útiles. Necesitan pensar que están haciendo algo con su tiempo.

Es así cómo, cada vez más, las películas echan mano a anuncios como “entretenimiento a gran escala” o “adrenalina pura”. Es entretenimiento y con eso, dicen, es suficiente. Uno debería darse por satisfecho.

Piense: ¿qué es realmente una película? Una película es vivir una aventura a través de otro. Es asociarse a un profesional de la gesticulación, que lo hará vivir una serie de conflictos mientras usted, echado en el sofá, se entretiene. Es lo mismo que contrate a un hombre para que se enfieste a su mujer mientras usted lo mira desde el sillón y que piense que eso es tener sexo.

A mí, quiere que le diga, que algo sea meramente entretenido me suena a poco.

Considerando las metas de la industria del entretenimiento, tal como están planteadas las cosas, en este mundo no podría pasarle nada mejor que estar entretenido hasta su muerte. Todo el mundo desea una muerte donde se encuentre entretenido en otra cosa. Usted muere mientras coge. Muere mientras duerme. Muere mientras come. Esas son las mejores muertes. Pues no hay nada peor que morir aburrido. Morir concentrado.

Estar entretenido es sinónimo de estar distraído. Y se está tan distraído que ya uno olvidó qué vino a hacer a este planeta. Los medios no ayudan: venden celulares para filmar y sacar fotos, venden autos para levantarse minas, venden vinos para sentirse que uno pertenece a un circuito de gente a la que no pertenece, venden yogures para sentirse fuerte, venden libros para sentirse inteligente. Ya nada se define por su naturaleza original. El espíritu del entretenimiento es contagioso. Y viene de la cuna.

La industria del entretenimiento se inocula de generación en generación. “¿Por qué no ves un poquito de tele, nene, así te dejás de hinchar las pelotas?” Y finalmente el nene, en lugar de hinchar las pelotas, un camino auténtico que lo llevaría lejos en esta vida, se dedica a entretenerse.

Cuando se es padre y los chicos están entretenidos, es señal de que usted puede hacer las cosas que necesita hacer sin que lo molesten –es decir, puede traer más hijos al mundo para que ellos también estén entretenidos-. Más tarde, sin embargo, cuando usted quiera transmitirle algo de verdad, el niño le dirá: “Aburrido”, lo cual implica que ya le ha cagado la existencia.

Es cierto: hay juegos, hay entretenimientos que contienen un crecimiento, un mensaje intrínseco, un desafío a la inteligencia, una posibilidad de evolución. Sin embargo,  hoy en día, son cada vez menos y el entretenimiento se vende por el entretenimiento en sí.

La gente se casa para no estar aburrido. Sale a la noche a lugares infernales con propietarios mongoloides, para no aburrirse en su casa.

Socialmente, el aburrido es un ser impresentable. No lo quieren en las fiestas. No lo invitan a los programas. No asciende en el trabajo. Y, sin embargo, los aburridos son el futuro de la humanidad. Nuestra única esperanza de cambio. La bandera de que, quién sabe, exista algo mejor que esto.

Los grandes inventos de la historia son obra de gente aburrida. Newton sentado bajo un árbol. Arquímedes metido en una bañera. ¿Qué hacían estos hombres? Estaban literalmente al pedo total. Estaban frescos, centrados, abiertos.

Si se lo mira bien, no hay cosa mejor que estar aburrido. Estar aburrido equivale a no tener nada que hacer y, créame, no tener nada que hacer es una bendición. Aburrirse es lo más parecido a la libertad que va a encontrar. ¿Qué es aburrirse al fin de cuentas? Aburrirse es el último eslabón de la lucidez. Se aburre porque entiende que la bosta frita que le venden no es para usted. Se aburre porque los 70 y pico de canales de cable son una garcha. Se aburre porque la industria del cine ya no sabe cómo venderle lo mismo de siempre. Se aburre porque llegará un tiempo en que será necesario aburrirse para cambiar.

Si a usted este mundo lo aburre, déme un abrazo, es mi hermano. Si usted descubre que, cada vez más, lo que le venden es soporífero, yo pongo mi fe en usted. Si usted siente que las cosas se parecen a un deja vu espantoso, no me importa su plan, yo lo voto.

Necesitamos cada vez más gente así, abierta, disponible y aburrida, para cuando llegue el día en que las manzanas caigan, los astros choquen, y las bañaderas rebalsen. Y tal vez, de tan aburrido, alcance a verle la cara a Dios. O, si tiene suerte, la de Ari Paluch. 

{moscomment}