Por: Cicco. Ya no es necesario detenerse en las góndolas del súper o reflexionar seriamente frente a la carta del restorán para tomarse el trabajo de elegir si desea ravioles con gusto a pollo y verdura, gusto a carne, gusto a ricota o gusto a lo que coño sea. Pues, a la hora de comerlos, todos poseen en su interior el mismo sabor al cual uno ya está habituado: el auténtico sabor de la nada. Ese bolo revuelto que todo lo puede ser: puede ser ricotta, puede ser verdura, puede tener un dejo a carne y naturalmente, envuelto en la duda y el misterio, también puede tener gusto a rata, la única diferencia es que uno nunca la ha probado. De ese modo, jamás se puede decir a ciencia cierta si le han vendido rata por raviol de jamón y queso. Vivimos en un mundo sin sabor y, como verá ahora, se extiende a todo lo que ve, lo que escucha, lo que elige. Y, lo que es peor, ya ni siquiera nos damos cuenta.
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