Además de ser la serie más vista de Netflix, Orange Is the New Black tiene otras virtudes: una estructura con flashbacks que permite ir descubriendo las historias de sus personajes, conflictos inherentes al universo femenino que a los hombres nos resultan fascinantes y con los que las mujeres se sienten identificadas (y por qué no viceversa), un humor que aliviana aún los momentos más feroces y, sobre todo, un reparto de actrices que forman un coro de personajes que brilla parejamente.
Pero lo que nunca me gustó de la serie de Jenji Kohan (y era un vicio que ya estaba, aunque no tan extremado, en su creación anterior, Weeds) es que parece que sus mujeres tuvieran la obligación de ser demasiado buenas. Aún siendo todas presidiarias, sus delitos siempre están justificados: Miss Claudette mató a un tipo porque abusó de una chica; Red no fue la responsable de haberse relacionado con la mafia rusa, sino su marido; Taystee traficó drogas obligada por su madre adoptiva; Nicky se hizo adicta a la heroína porque fue abandonada de chica. Y así.
Desde un punto de vista puramente artístico, este artificio molesta por repetido. Pero hay algo peor. Da la sensación de que esas mujeres no pueden darse el lujo de ser villanas porque sí. Si pensamos que fue un personaje como Tony Soprano quien dio inicio a la edad de oro de la televisión, un tipo que cometía los delitos más aberrantes y aún así nos resultaba simpático, suena injusto que ni siquiera en una serie escrita por mujeres y que se ocupa de temas femeninos y feministas, las chicas puedan tener la libertad de ser malvadas sin razón.
Creo que por eso es tan refrescante GLOW, la nueva serie de Netflix que tiene en Jenji Kohan a una de sus productoras (las otras son Liz Flahive, Carly Mensch y Tara Herrmann). En el primer capítulo, la protagonista Ruth Wilder (Alison Brie) tiene sexo con el marido de Debbie (Betty Gilpin), su mejor amiga. Ruth no se lo cogió a Mark (Rich Sommer) porque se sentía sola, o porque tenía una cuenta pendiente con su amiga, o porque él la manipuló: simplemente estaba borracha y un poco caliente. Claro que esto no está tipificado en el código penal, pero con ese acto de traición, ya resulta un personaje mucho más profundo, libre y contradictorio que el de todas las presas de Orange Is the New Black.
GLOW cuenta la historia real de las Gorgeous Ladies of Wrestling, un grupo de luchadoras estilo Titanes en el ring que existió en los Estados Unidos en los '80. Y no es casual que Ruth termine interpretando (en la ficción dentro de la ficción) a la villana Zoya the Destroya, una luchadora rusa defensora de la Unión Soviética y el régimen comunista. GLOW busca seguir el camino del éxito de Orange Is the New Black con un elenco extenso formado por personajes femeninos diversos, pero se anima a dotarlos de características negativas. Y logra que, a pesar de eso, sean encantadores.