A partir de House of cards, los contenidos Netflix pasaron a formar parte de nuestras vidas de ficción. Abrió un campo, el de las series producidas por la plataforma de streaming, que parece no tener techo y puso en vilo a las cadenas de televisión premium. La oferta crece cada año con nuevas promesas: algunas cumplen mientras que otras languidecen. En 2016, al primer grupo pertenecen la vintage Stranger things, el revival por cuatro de Gilmore girls y la tercera temporada de Black mirror; al otro, por lo menos dos, la soporífera The crown, biopic de Isabel II, y Luke Cage, el personaje segundón de Marvel.
Acotemos: si ya Twitter te condujo a Stranger things (hipnótica y entretenida hasta para sacar del arcón a Winona Ryder pero sobrevalorada por tracción a guiños ochentosos que no le importan a nadie); si nunca fuiste fan de Las chicas Gilmore (y a esta altura sería casi un exceso de Navidad); si todo eso y estás frente al menú Netflix, abrazate al espejo negro sin desperdicio: están las dos primeras temporadas producidas por la británica Channel four (tres capítulos cada una más un especial) y una nueva, la tercera, de seis capítulos.
Creada por Charlie Brooker, el mismo autor reconoció que se inspiró en La dimensión desconocida, aquella mítica serie de ciencia ficción que instaló el peligro de lo cotidiano como tema posible para la “caja boba” de los sesenta. Black mirror renueva y apunta a los fantasmas que encierra la tecnología, el horror infiltrado bajo la comodidad de la máquina, un tópico que no va en contra del progreso sino que despliega sus posibilidades en todas las márgenes imaginadas. Que no todo salga bien es el camino por donde transitan las aventuras y las tragedias, sin distinción de monstruos. En este caso son complicaciones cercanas, el futuro aquí nomás, a la vuelta de la esquina, mundos reconocibles y por lo tanto, aun más angustiantes.
En diciembre de 2011, se estrenó la primera temporada. En febrero de 2013, la segunda. Y en octubre de 2016, la tercera después de que Netflix la reflotara con la compra de los derechos y el compromiso de doce capítulos nuevos de los cuales, por ahora, pueden verse seis. Como siempre, son autónomos y de géneros distintos. Por ejemplo, San Junipero, el cuarto, es un romance entre chicas con lo más parecido a un final feliz. La lista de preferencias admite variantes pero mi preferido es el primero, Nosedive, dirigido por Joe Wright (el de los filmes Orgullo y prejuicio, y Expiación), donde la sátira desnuda los mecanismos crueles de las redes sociales. Sí, lo que sabemos pero llevado al extremo por la dulce carita de la pelirroja Bryce Dallas Howard (Jurassic World). De todos modos, sigue siendo inigualable la temporada uno con ese cachetazo inicial de The national anthem donde el primer ministro británico debía tener sexo con un chancho frente a las cámaras, obligado por un grupo que había secuestrado a una joven de la realeza. Los que no lo vieron, será mejor que lo dejen para el final de la maratón.