El 9 de febrero se celebró en diferentes puntos del planeta el Día Mundial de la Pizza, ya que en 2017 la Unesco declaró a este exquisito plato como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, al reconocer su importancia cultural. La conmemoración invita a explorar la historia de este delicioso manjar que ha conquistado paladares en todos los continentes.
La pizza moderna, tal como la conocemos hoy, tiene sus raíces en Nápoles, Italia, donde Raffaele Esposito fue uno de los creadores destacados.
Pero el origen de la pizza se remonta a la antigüedad, ya que en el antiguo Egipto ya se preparaban panes con forma y color del sol, y en la antigua Grecia estos evolucionaron al añadirle grasa, especias, ajo y cebolla.
Recién en la época de Dario I, el Grande, se le sumó al plato queso fundido y dátiles. En Italia, se la conocía como "pizza bianca", elaborada con pan, grasa, hierbas, ajo, cebolla y aceitunas.
Y llegó el tomate
La llegada del tomate a Europa marcó un antes y un después en la historia de la pizza. En Nápoles en el siglo XVI, se comenzó a consumir tomates como alimento, aunque inicialmente se consideraba venenoso y solo se utilizaba en jardinería. Sin embargo, un campesino napolitano lo probó y su popularidad creció rápidamente en la región.
La primera pizzería
La pizza se convirtió en un plato emblemático de Nápoles en el siglo XVII y su fama se extendió con la apertura de la primera pizzería en 1830, "Port' Alba", que aún sigue abierta en la actualidad.
Raffaele Espósito contribuyó a la popularización de la pizza al elaborarlas para los reyes italianos en 1889, creando así la famosa "Pizza Margarita", por el nombre de la reina.
Con el paso del tiempo, la pizza trascendió fronteras y se convirtió en un símbolo gastronómico de Italia reconocido y apreciado en todo el mundo. Su capacidad para unir a personas de diferentes culturas en torno a una mesa demuestra su poder como elemento unificador a nivel global. ¡Que viva la pizza en todas sus variedades y sabores!