Cada vez que Marcelo Bielsa genera un acto de humanismo, sensibilidad o respeto por los Derechos Humanos, los periodistas deportivos, en su mayoría, se tientan y recurren al título estúpido: Otra locura de Bielsa.

Días atrás, el nuevo DT del Leeds United inglés, lanzó dos proclamas para que, en vez de andar llamándolo loco o lunático, nos pongamos a reflexionar y a ver si así construimos un periodismo menos corrupto, chupamedias de los poderes económicos y desquiciado por los billetes y la fama.

El fútbol, finalmente y aunque parezca que trabajamos solo por dinero, es una búsqueda de emociones fuertes. Es mucho más redituable recordar emociones que contar dinero; espero que este sea un recorrido emocionante". Así le marcó los puntos a la prensa que sigue a su nuevo club.

La segunda, más que un dicho, fue un hecho: Averiguó cuántas horas debe trabajar un obrero inglés promedio para comprar una entrada de fútbol; le avisaron que más o menos eran tres horas. Entonces, dio la orden a sus jugadores de ponerse a limpiar, durante tres horas, las instalaciones del club para que sintieran el esfuerzo que hacen los hinchas para verlos.

La extraordinaria colega Angela Larena, dijo después en Twitter: ¡Marcelo Bielsa, mi único héroe en este lío¡

El reciente acto de censura de la vicepresidenta Michetti al excluir de la cobertura de la sesión del 8 de agosto por el aborto a decenas de medios de comunicación en beneficio de los medios hegemónicos, trajo el recuerdo de aquella vieja acción del “Loco Bielsa” cuando ya electo entrenador de la Selección Nacional, decidió democratizar las entrevistas.

Aquel Bielsa fue tan claro como digno. Nunca más entrevistas exclusivas, nunca más privilegios a los medios económicamente más poderosos, igualdad de trato para con el cronista de la FM más remota de la Argentina y para todo enviado especial del Grupo Monopólico de la cornetita.

A partir de entonces Bielsa habló solamente en conferencias de prensa. Y no sólo eso, respetaba tanto el trato con los más humildes que hasta que no se contestaba la última pregunta del periodista más humilde no se retiraba de la sala. La regla era: un periodista, una pregunta. Y les iba a responder a todos,
Un ejemplo, jamás repetido.

Recuerdo, y ya lo conté un par de veces, que en esa época compartíamos redacción de El Gráfico con varios talentos de la prensa deportiva: Alejandro Caravario, Mariano Hamilton, Fabián Casas, Fabián Mauri. Fue entonces que resolvimos que se respetaría el deseo honrado de Bielsa de no dar exclusivas (El Gráfico se jactaba de obtener siempre exclusivas, que nunca lo eran tanto) y se mandó entonces a la siguiente conferencia de prensa, a una docena de cronistas para que cada uno hiciera una pregunta. De esa manera El Gráfico tendría doce respuestas a doce inquietudes.

Bielsa se sorprendió con el juego, pero cumplió. Y trató a El Gráfico, como a un medio más.

No se trata de elegir a Bielsa como el mejor técnico del mundo, no, nada de eso. Los técnicos de fútbol, son las piezas más ínfimas en el andamiaje, lo seguiremos repitiendo. Y en esta a Bielsa le corresponde lo suyo. No se pueden inventar esquemas y fórmulas que garanticen las victorias. Y su bienhabida intención de entrenarse hasta que la posibilidad de un error en la cancha se reduzca a la mínima expresión, es sólo la fantasía de un hombre que creo que en algún lado está la receta de la felicidad.

Pero no importa señor Bielsa, lo suyo es hacernos pensar y hacernos ver que a la democracia y a la igualdad hay que defenderla cueste lo que cueste. Porque siempre nos acechan las hienas del privilegio.