De pronto, a un sector de la prensa deportiva argentina se le ocurrió que la manera de mejorar nuestro fútbol es bajo la sencilla receta del plagio. Copiar a los europeos.

Extraviados por el exitismo y al concluir que los cuatro semifinalistas de Rusia 2018 son europeos, los advenedizos no tienen mejor idea que recurrir a viejos y nuevos esquemas que claman por reducirnos a unas cuantas acciones de remedo. Pretenden que seamos como aquellos que habitan el continente que algún pervertido aún llama El Viejo Continente.

Los más, simplifican las cosas como se simplificaban allá por 1966, cuando la Argentina se volvió de la Copa del Mundo de Inglaterra sin Copa. O después de idéntica aventura en 1974 en Alemania. Hoy uno de quienes repite el viejazo aquel de que “ellos” son superiores físicamente es el tal Liberman: "La última vez que Brasil ganó un mundial fue en 2002. Luego han venido Italia, España y Alemania. Habría que revisar qué está pasando en el fútbol mundial, por qué las cosas se han equiparado tanto. Me parece que los europeos siempre físicamente fueron fuertes pero hoy un Hazard no tiene nada que envidiarle a ningún brasileño. Un Lukaku no tiene que envidiarle nada a Higuaín. Los europeos le han agregado a su potencia física, técnica y juego. Eso los hace mucho más completos"

Otros, más esquemáticos, como el relator Pollo Vignolo, creen que contratando a Pep Guardiola, un europeo, las cosas se solucionan. En Clarín, Enrique Gastañaga nos sugiere ejemplos del Mundial que debemos imitar porque a los ingleses les ha ido bien y entre ellos enumera: Proyectos, organización, seriedad, renovación, como los ingleses. También pone como ejemplo a los belgas, que le renovaron el contrato a su entrenador Roberto Martínez “dos años antes de esta Copa del Mundo

¿Sabrán que lo mismo se hizo en la Argentina con el millonario contrato a Sampaoli?

No tenemos duda de que Inglaterra juega bien y que hay juventud y talento en sus filas. Y que todas nuestras fichas irían en esta Copa para el equipo de Harry Kane, pero en un supuesto juego de diez diferencias con los sudamericanos, todo se empareja. Ningún equipo europeo sacó ventaja desmedida en la cancha sobre uno de esta parte del planeta. Y si no, miren a la Alemania del 7 a 1 contra Brasil del 2014 y miren a esta Alemania de la temprana despedida.

Las diversas variables de algo así como una xenofobia futbolística que les agarró estos “especialistas”, es tan denigrante como cualquier otra. Pretenden lo imposible, que nos convirtamos en ganadores sólo por copiar modelos supuestamente disciplinados de organización. ¿Se creyeron de verdad que Europa es sinónimo de orden?

Casi casi reclaman el abandono de los valores clásicos de nuestro fútbol, que jamás será europeo, y saben por qué. Porque el fútbol que jugamos aquí es el mismo que se juega allá. Y por eso la maravilla de ver pasar mundiales sin que nadie acierte nunca cuáles serán los cuatro equipos semifinalistas antes de que comience cada Copa. Los partidos los ganan los jugadores, no los dirigentes. Por eso la lista de talentos década por década se nutre de europeos, sudamericanos, africanos, centroamericanos y asiáticos.

La política migratoria de nuestro fútbol, que colma de trabajadores futbolistas el continente europeo, no está hecha de jugadores fracasados que después regresan a la América con la cabeza gacha.

Todo lo contrario. He ahí la muestra de nuestra igualdad. Y los choreos y desaguisados nuestros (que existen y muchos) son tan notorios como los de los dirigentes de la Europa iluminada que de la mano del suizo Blatter y del francés Platini se coimearon y llevaron todo.

Esperemos que a la brutalidad de estos razonamientos que por estas horas nos invaden prosigan acciones en defensa de los intereses propios. Aquí hay mucha gente que resiste. Y que no quiere copiar el despiadado consumismo y el rígido orden de cierta Europa que también da vergüenza: la de los nazis renaciendo, la de la reivindicación de su pasado colonial y criminal, la de sus largas manos explotadoras en los otros continentes. Nos gusta más la Europa latina y movediza que, por ejemplo, en Francia observa las varias semanas de huelga de los trabajadores ferroviarios o en Barcelona prepara las huelgas de Iberia.

Jorge Valdano, en cambio, se ha sumado a las voces más sensatas pidiendo sencillamente que volvamos a las fuentes: “Siempre digo que Argentina, cuanto más se aleja de Menotti, peor”, acotó. Y más allá de su frágil creencia de que nos salvarán los menottistas – incluido Menotti- lo cierto es que apunta para el único lado que hay que apuntar: vivir con lo nuestro y morir con la nuestra.