Cuando la imbecilidad gana terreno en el periodismo, las alarmas se encienden y un grito de guerra parece escucharse de Norte a Sur: ¡ agarren los libros!

En los tiempos de un Mundial , es decir cada cuatro años, el periodismo deportivo logra su clímax en materia de imbecilidades y contagia a cuanto periodista o animador o conductor de programas se le pone cerca. Y con estos asuntos de las redes sociales, desde hace un tiempo, la plaga se extendió y llega a cualquier hora al propio lector, oyente y seguidor de celulares.

La materia (o fondo de la cuestión) se provee desde los espacios del deporte. En general el mecanismo se pone en marcha cuando en los programas se consulta al “especialista” y éste (o ésta) lanza la agenda deportiva del día.

En los días pasados y los que vendrán la agenda del día es toda de Rusia 2018 y la Selección. Para empezar, se trató de gestar una polémica alrededor del asunto “día libre para los jugadores”, “noches libres para ir a dormir con su familia” y otras especies por el estilo.

Este asunto, como aquellos que aparecen cuando un equipo jugará en la altura, desatan la fiebre opinadora de los que menos saben: los periodistas.

Están quienes posan de enojados con Sampaoli. Para ellos, 41 días de concentración a los Bilardo 1986 garantiza el éxito. Otros reconocen que hay y hubo entrenadores de todo tipo y que da lo mismo la chicha que la limonada.

Y así tuvimos una semanita de cháchara a todo nivel, escrito, oral y televisivo, con el destacado de un programa donde aplican dos verbos al mismo tiempo: sanatear e inventar.

Se llama Resumen 10, va por radio 10 de 19 a 20, con el periodista Maxi Palma, quien apresurado por comentar las decisiones de Sampaoli de liberar a los jugadores  y no tenerlos hiperconcentrados y encerrados, puso como ejemplo contrario la “seriedad de los alemanes”. Y entre otras pifiadas, al irse por las ramas de los desatinos, dijo  que los alemanes –entre otras bondades- tienen la de no mirar el pasado y perdonar.¿? Una alucinación propia de quien no conoce la historia ni la actualidad. ¿Sabrá que los alemanes miran más que todo el mundo el pasado para no cometer las mismas barbaries que cometieron en el siglo pasado? ¿Sabrá que el año pasado en Alemania fue detenido y juzgado y condenado Oskar Gronig un genocida nazi de 96 años precisamente porque los alemanes no perdonan y sí miran el pasado?

Conocemos que en la Argentina la formación de los periodistas, y de los periodistas deportivos en particular, se consume en escuelas de periodismo privado donde  el pensamiento y los juicios se miden en billetes. A diferencia de las Universidades Públicas, de donde salen los mejores periodistas, a quienes se suman aquellos que sin ir ni a escuelas privadas ni a universidades públicas tienen el oficio político de razonar, informarse, llenarse de ideología y de información y luego agarrar un micrófono o una computadora.

La cháchara, término que popularizó el político catamarqueño Vicente Saadi cuando reprendió al canciller alfonsinista Dante Caputo por irse de tema en un debate televisivo, se llamará “cháchara mundialista” de aquí en más para hablar de países, tácticas, costumbres, futbolistas extranjeros, y cuestiones de la FIFA que se conocen poco. Pero más que nada para llenar espacios. Los Mundiales causan en el periodismo un mal que daña hasta el cerebro: generan horas y páginas en blanco que hay que completar. Y se completan de la peor manera que tiene el periodismo argentino: demostrando que no sabemos nada de lo que deberíamos saber o falseando realidades. Así como se miente con la muerte de Nisman, forzando a jueces para que hablen del disparate de un homicidio, otros elijen el estilo “Alejandro Borenztein” que es algo así como hacerse el gracioso con los temas serios, con tan poca gracia que sus comentarios llevan a la lágrima del olvido.

Queda cada vez menos para el inicio de la Copa y un poquito más para la Gran Final.

A agarrarse y ponerse el cinturón, que se viene la gran caída del periodismo, desde allá arriba, como en las montañas rusas.