Violando leyes y consolidando el mundo de los mediocres, ha comenzado con pena y lejos de la gloria, la autodenominada Superliga argentina.

Sin notas destacadas ni dentro de la cancha ni en las redacciones, no hay demasiado para decir – aplaudimos eso sí, la cantidad de goles - más que hablar del poder del dinero en el juego: pronto veremos que los equipos con mayor resto de plantel y de nombres, producto del poder de sus cuentas bancarias, se despegan de los demás y que, quizás con la excepción de Vélez, veamos campeonatos con los mal llamados equipos grandes en los primeros lugares.

¿De qué leyes violadas hablamos? Muy sencillo, de todas aquellas que protegen el Derecho a la Información. Entre ellas el artículo 77 de la aún vigente Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que establece el derecho a gozar de la televisación gratuitas de los espectáculos deportivos más trascendentes del país. Y qué duda cabe que el campeonato de Primera División es uno de ellos. Sin embargo, el Poder Ejecutivo y la AFA hicieron todo lo contrario de aquello que marca la ley.

Desde el viernes pasado una enorme cantidad de argentinos/as ya no cuentan con el fútbol sin costo en sus televisores. Todos aquellos que no son abonados de algunas de las pocas empresas proveedoras de TV por cable, son los perjudicados del momento. De ellos nadie en el periodismo deportivo se ocupa. En breve serán unos cuantos miles más, los abonados de un sistema por cable que no puedan pagar o no quieran pagar los 20 dólares como mínimo que les exigen las empresas dueñas de los derechos que antes eran nuestros.

Por eso no entendemos al Chavo Fucks augurando mejor calidad de servicio cuando lo que menos hay es dinero en los bolsillos de los ciudadanos. El elenco de periodistas que se hizo cargo de las transmisiones no ha innovado sobre el tipo de periodismo deportivo que se ejercita en las transmisiones futboleras.

Las noticias deportivas más importantes de la semana, como la actuación de la nadadora Delfina Pignatiello en el Mundial Juvenil, asomaron tibiamente en el resumen de los medios. La hiperconcentración futbolística, impide la capacitación y diversificación de nuestros periodistas y el mayor conocimiento a la hora de informar. Es por eso que vimos el fin de semana un zafarrancho de pretensos “análisis” sobre un bochorno sobre el ring de Las Vegas entre un tal Maywether y un tal McGregor, evento sangriento de nulo interés para los argentinos/as al que muchos periodistas le encontraron valor por los millones de dólares que estadounidenses e irlandeses se llevaban.

Nada màs y nada menos que el periodismo del supermercado.