Pobre Caruso. Ahora viene el tiempo de los lamentos. Durante un tiempo su afán de simpatía y de hombre divertido permanecerá en el breve olvido de…¿unas horas? ¿unos días? ¿una semana?

Ya pronto lo tendremos en las pantallas y no habrá más penas que las del tonto periodista que le extenderá el micrófono para que cuente alguna de sus mil anécdotas, esta vez reforzadas por su nuevo curriculum quemero.

Vuelta a empezar. Programas, audiciones, reportajes, y una vez más los verdaderos vendehumo (así es don Caruso Lombardi, usted no es vendehumo, vendehumo son los periodistas) andarán lustrando las futuras primicias que anuncian a los cuatro vientos: Caruso será el próximo entrenador de…y se abrirá la lista de clubes.

Dichoso el Caruso que las escucha. A las falas noticias, aquellas que lo postularon como Dt de una Selección Nacional que, de pronto, podía caer en manos del entrenador “ más mediático y polémico del fútbol argentino”. Así lo vende la tapa de su biografía que, por razones obvias, dejaremos para la lectura de nuestros últimos días.

Pero Caruso no es culpable de lo que ocurre. ¿De qué vamos a responsabilizarlo? ¿De la pésima campaña en Huracán? No señor/señora hincha de Huracán.
Usted sabe, a esta altura de la vida en Parque Patricios, que no existía ni existirá técnico salvador, ni milagrero, ni laboratorista, ni motivador de equipos con capa caída.

Cada uno tendrá que hacerse cargo de cómo vive. Si los dirigentes de Huracán, a decir de Lombardi “muy buenas personas”, se dejaron encantar por las flautas melodiosas de una mayoría del periodismo deportivo que le inventó a Caruso el mote de “rescatista de equipos en peligro”, allá ellos.

Caruso es un ciudadano argentino, amigazo de unos cuantos cronistas, relatores y comentaristas, que inflaron su fama hasta las estrellas, con el sólo ánimo de codearse con un protagonista, invitarlo a su programa, subir 0,00002 en el rating, tenerlo en algún cumpleaños para animar la velada y sumarlo a las huestes de la comunicación futbolera, muchas veces necesitada de alguien que, como Caruso, hilvana las frases mejor que unos cuantos periodistas. Deportivos y/o de la sección Política.

Por todo esto usted es inocente Caruso. Lo dice su rostro y también su historia. Los hinchas son así, ¿vió? Muchas veces compran la mentira del periodismo o rellenan sus ilusiones con las esquemáticas frases hechas de quienes no tienen nada más que hacer en su vida que repetir frases hechas.

El mundo del fútbol argentino ya se devoró 13 entrenadores en pocos meses, golpea a los árbitros dentro del campo de juego, desprecia a su público quitándole el fútbol gratis y después unos cuantos se preguntan ¿Cómo es posible que el fútbol nuestro de tantas estrellas viva como vive?

Ya está entonces, otro club ha pasado. Sin embargo a Caruso, ¿quién le quita lo bailao…?

A él, nadie. Se lo ganó.

Al pobre periodismo, una vez más, lo envuelve el color gris de los mediocres.