Mundo Cine

Vas al cine llegás bien llegás a horario. A horario es al horario que dice la web la aplicación google la página la app la previsualización. Antes lo buscabas en una página física de diario, el “diario en papel”. Debimos haberlo notado: cuando empezamos a aclarar que el diario era “en papel” ya había cambiado el mundo. Bueno, llegás a horario, al horario ese que dice la entrada ya estás sentado en la butaca.

La belleza está hecha de relaciones, decía Jean Cocteau, al que hay que citar una cantidad de veces por lo menos igual a la cantidad de años que uno tiene; creo que todavía no llegué a ese mínimo indispensable. Tampoco hay que citarlo más del doble de veces del número de años que uno carga, porque así lo dice la ciencia de la cita a Cocteau y porque además aparecería el riesgo inflacionario. Y porque, claro, Cocteau debe conocerse y a la vez debe seguir siendo una contraseña. Confieso que a Cocteau lo he citado mucho por escrito y también en clases, pero no hay registro de las clases, o al menos eso creo. Pero para hablar de Marcelo Subiotto en Puán de María Alché y Benjamín Naishtat se impone citar a Cocteau; la ocasión lo amerita con creces.

El 14 de septiembre pasado se estrenó en Argentina Cielo rojo, es decir Afire de Christian Petzold, es decir una de las mejores películas de uno de los mejores directores contemporáneos. La película ya se había exhibido a sala llena en abril en el Bafici y también en el Festival de cine alemán, apenas una semana antes de su estreno comercial. En los festivales a la película le fue bárbaro -disculpen el término, es para conectar con otra película de Petzold- pero después, ya librada a la exhibición normal, bueno, su destino fue  languidecer y, así las cosas, ya queda en pocos cines y pocos horarios. Dicho brutalmente: hay un público de festivales para ver estas películas y no hay un público general para ver estas películas. Hay un público que conoció las galletitas Ondina y hay un público que no las conoció (disculpen la digresión, es para conectar con otra película de Petzold).

La idiocracia, una vez más, o cada vez más, película maldita y luego recuperada con honores, La idiocracia (Idiocracy) se filmó en 2004. El punto de partida de su relato se sitúa en 2005, año en el que inicialmente se pensaba que el film iba a presentarse ante el mundo. Finalmente se estrenó -malamente- en 2006 en Estados Unidos, en pocos cines y en los lugares menos apropiados, con un lanzamiento (muy) limitado. En muchos países fue directamente editada en DVD y sin demasiada visibilidad ni campañas promocionales. Quienes la vimos en esos momentos quisimos correr la voz, programarla en festivales, poner reflectores sobre ella, hacerla visible: he aquí la comedia más importante en lo que va del siglo, la máxima sátira social imaginable, una que luego de pasar brevemente por el año 2005 nos depositaba -junto con el protagonista, el hombre promedio o el hombre mediocre de ese año- medio milenio después, en 2505, en un mundo en el que la idiotez ha completado de forma aplastante su dominio sobre los Estados Unidos de América, y suponemos que sobre el mundo entero.

Una encuesta de Rotten Tomatoes “coronó” a Christopher Nolan como el mejor director de los últimos veinticinco años. Más que una encuesta, el formato fue el de votaciones múltiples, con diversos “enfrentamientos” en rondas de eliminación directa con sesenta y cuatro participantes entre los directores, con miles de votantes interesados en estas cosas. En sentido estricto el título obtenido no es el del mejor director en actividad en los últimos veinticinco años sino el mejor director en actividad cuyo debut en el largometraje haya sido desde 1998 para acá. Es decir, por ejemplo, quedaban afuera Clint Eastwood, Martin Scorsese, Wes Anderson y Quentin Tarantino. De todos modos, no quise mirar con mucha atención quiénes eran esos sesenta y cuatro que sí habían “participado” de esta compulsa. Ya el resultado era desalentador, y también saber que la final fue entre el Nolan y el Dennis Villeneuve. Para qué seguir mirando mucho más.

Esta es mi columna número 500 en Hipercrítico. 500. Sí, así fue y así es, se me ocurrió numerarlas obsesivamente desde la primera. La cantidad aproximada de caracteres escritos supera con seguridad los dos millones quinientos mil, algo así como unos ocho libros de aproximadamente 200 páginas cada uno. Menos mal que existe esto de la virtualidad.

Ya es tarde, pero dentro de unos días va a ser todavía más tarde. El doblaje nos llevó puestos y sigue y sigue y sigue golpeando, haciendo daño. Desde hace dos décadas con alguna nota en El Amante, luego con una nota en Ñ que no está on line y que ni sé dónde quedó, también con alguna breve en La Nación (link) y hace no tanto con una nota más extensa en Seúl, (link) vengo escribiendo contra el doblaje. Y seguro que escribí más notas, pero no me voy a poner a buscarlas. Lo que voy a hacer ahora es contarles que hace unos días estaba en un cine de una ciudad en Argentina, una localidad mediana, con bellezas naturales y atractivos históricos, en el cine. Y le pregunté a la gente del cine si las funciones de Barbie -había dos por día- eran dobladas o subtituladas…

Hace décadas, los estrenos cinematográficos organizaban la conversación crítica, las discusiones, las charlas: la agenda de quienes estaban interesados por el cine se regía en buena medida por las películas que se presentaban cada jueves. Grosso modo, con el cambio de siglo esa lógica fue cambiando, pero no por la caída del poder de seducción de los estrenos en general sino más bien por la concentración de ese poder en cada vez menos películas con más y más y más copias para el lanzamiento, cada vez más un desembarco bélico. Y se empezó a perder la crítica, y un poco también se empezó a perder el cine. El cinematógrafo es -debería ser, debería indicar- variedad de cine, variedad de películas, variedad de cartelera, variedad de enfoques, de estilos, de géneros.

Estamos en el terreno del prodigio, del asombro, y para eso ni siquiera es necesario ver la película. Entre la primera de las aventuras protagonizadas por Indiana Jones -Los cazadores del arca perdida (1981)- y la nueva, esta quinta parte, han pasado cuarenta y dos años. Cuarenta y dos años representan casi exactamente un tercio de la historia del cine, desde 1895 hasta el presente.

Este texto no es sobre la crítica como disciplina ni tampoco sobre un artículo crítico en particular. Es sobre la crítica, una crítica de cine, una mujer estadounidense crítica de cine, la crítica fundamental que Quentin Tarantino puso -otra vez- a circular en diversos medios de comunicación a partir de anunciar que su décima -y, según él, última- película iba a estar basada en parte de la vida y la obra de la crítica de cine Pauline Kael.