Sábado. Mi hija recibe a un grupo de amigas y yo intento leer en la biblioteca. Escucho gritos, risas, fragmentos de conversaciones. Ayer visité a Sebastián Mesa en su taller. Me mostró algunas de sus obras y también una de Claudio Gallina que trabaja ahí con él. Saqué fotos. Hablamos bastante. Me volvió a citar una novela de ciencia ficción titulada Destrucción, de un tal René Barjavel. Cuando entro en contacto con artistas plásticos me lleno de una fresca indiferencia hacia el mundo. Sebastián me confesó que hacía un mes que no salía de su casa.

Lunes. Ordenar las lecturas. ¿Qué significa “ordernar las lecturas”? Una fantasía. Leer es desordenarse, aunque ese movimiento de izquierda a derecha, los libros como entidades selladas, los títulos anotados en una lista, al pie de una página, todo eso genera la ilusión de una peinado suave, reglamentador. Leer es intoxicarse. Quizás “ordenar las lecturas” signifique terminar los libros que se empiezan a leer. Mejor que “ordenar” en este caso sería “ordeñar.”

Martes. Salió el libro de Mavrakis en ediciones Paco. Se llama El sexo no es bueno. Es un libro donde Mavrakis escribe sus lecturas para opinar sobre las coyunturas del deseo. Mi espalda ya no duele, a veces molesta un poco. Pero el frío es incómodo. Si hay sol se aguanta. Siento cierta fragilidad en el cuerpo. Vivo resfriado, sonándome la nariz, como un viejo. ¿Tanto? Exagero. Pero ¿cuánto exagero? Ayer amanecí con un hambre dolorosa, inexplicable. Durante la noche había tenido algo de frío, me había acostado de madrugada, en la habitación del fondo, arriba. Me dormí con la lámpara prendida leyendo Ficciones. La casa, abajo, adelante, estaba en silencio. Desperté con ese hambre y la certeza de tener una lombriz en el estómago, algo que me mordía desde adentro. Fui a la cocina, en calzoncillos, tiritando. Busqué un pan, calenté café, comí una banana. Calma, bestia interior, calma.

Miércoles. Busco a René Barjavel en Google. Resulta ser un autor francés con más de treinta libros publicados. Soñé que dos mujeres entraban con un niño y un perro a mi casa, y el perro asustaba a la gata que se subía a un ventana del lado de afuera, sostenida por sus uñas de un mosquitero. Quedaba agarrada ahí, maullando. Pero nadie mostraba el menor interés. Así que yo me subía al techo a tratar de rescatarla. Pero no llegaba a agarrarla y tenía miedo de que se me cayera. Finalmente la gata se desprendía y caía un piso hasta un pasillo en la casa de al lado. El momento en el que caía era de una angustia muy grande, era un momento de imposible relativización. ¿Era un sueño de castración? Cuando me desperté me di cuenta de que no había sido un sueño.

Jueves. Todos los caminos conducen a Lacan.

Viernes. No leo nada. Decido escribir un ensayo sobre el miedo.

Sábado. Argentina quedó afuera del mundial. Francia, con un equipo muy superior, le ganó cuatro a tres. La ciudad amaneció con una niebla que la cubrió durante todo el día. A las seis de la tarde trabajé con el Ricardo Rojas de Alfredo de la Guarda, un libro muy mal escrito.