Domingo. Me despierto con calor, transpirando, pese al ventilador. Agarro el teléfono y lo enciendo. Leo correos y redes sociales. Mavrakis me dijo una vez que lo primero que vemos cuando nos levantamos y lo último que vemos antes de dormirnos es el teléfono. En mi caso es verdad, y es ahí donde empiezo a leer también. Mi primera y mi última lectura del día. Después me levanto, desayuno y miro en la TV un repaso por los balnearios de Argentina. Dos minutos después, cerca ya del mediodía, salgo a la calle. El cielo está azul, sin nubes. El barrio está vacío. Camino con calor. El sol hace que todo brille.

Lunes. El Teatro del Maggio Musicale en Florencia van a estrenar una Carmen el 7 de enero. Al parecer le cambiaron el final. En esta versión Carmen, la mujer libre y trágica, que elige con quién ir y con quién no ir, ya no muere asesinada por su ex amante celoso como en la versión original de Bizet. Ahora es Carmen quien mata a Don José, lo cual cambia radicalmente el mensaje de la obra. Según leo en Le Monde, la producción le pidió a Leo Muscato, el director, que modificara el epílogo: “En una sociedad marcada por el asesinato de mujeres, ¿cómo aplaudir la muerte de una mujer?” respondió Cristiano Chiarot, titular del teatro. ¿Y aplaudir la muerte de un hombre está bien? La gran pregunta es si se trata de snobismo, arribismo comercial, demagogia o de todo un poco. De paso, la sociedad italiana viene siendo marcada por la muerte desde hace siglos, como todas las sociedades del mundo, no solo de mujeres. A la noche veo Atrapado sin salida, con un Jack Nicholson joven, carismático y eficiente. La película, del 75, tiene mi edad. No envejecimos mal, creo. Ella seguro sigue siendo atractiva. ¿Cómo sería el final según la corrección política? ¿McMurphy se rehabilitaría y volvería a ser un hombre útil para la sociedad con el objetivo de no ofender a los locos?

Martes. En un portal de noticias inglés, leo una nota titulada “The Moon Has Over 250 Million Citizens, Claims A Former CIA Pilot.” El piloto se llama John Lear. “Todo lo que nos dijeron sobre la luna es mentira” dice. La nota muestra fotos de la superficie lunar donde, en teoría, se recortarían las sombras y siluetas de estructuras artificiales creadas por una inteligencia superior. Más allá de los extraterrestres humanoides y sus ciudades ocultas, las fotos son muy bellas. Más tarde, leo para la clase sobre astrología y literatura sobre Hermes, sobre lo hermético y la hermenéutica. Mercedes me pasa unos apuntes sobre el nacimiento de la escritura en la Medialuna de las Tierra Fértiles, ¿y por consiguiente de la lectura? Borges decía que la lectura era una operación segunda, que seguía a la más primitiva de la escritura, y por lo tanto la lectura era más civil. Pero eso asume que solo podemos leer lo que se escribió y creo que, en realidad, leemos la luna, el sol, las estrellas, los planetas, y también la naturaleza más cercana, mucho antes de dejar una marca en cualquier palo o piedra.

Miércoles. Sueño que leo, pero no recuerdo qué es lo que leo. O sea, sueño con el acto vacío, sin objeto, de la lectura. Después repaso Los perseguidos de Horacio Quiroga. Se lo paso a Robles, en una edición digital, y él resalta enseguida esta frase: “Volvimos a sentarnos prosiguiendo una charla amena, como es la que se establece sobre las personas locas.” Lugones aparece como personaje. Eso de una forma rara me genera un intenso sentimiento de confirmación.

Jueves. Se puede escribir rápido. Leer rápido es más difícil. Un titular del portal de noticias de Perfil: “La joven cordobesa que mutiló a su amante con una tijera de podar se defendió en una carta.” Mutilar, luego escribir. Intento releer Las fuerzas extrañas de Lugones para una clase. Me cuesta. Avanzo poco.

Viernes. En una excursión nocturna a Vicente López encuentro contenedores de basura saturadas. En el piso se ve una pelota desechada. Le saco una foto al conjunto. Al mirar la foto recién puedo ver con más claridad la escena.