Lunes. Me levanté de la cama y pisé, descalzo, una deposición de la gata. No me puedo explicar por qué defecó en la alfombra de la habitación y no en las piedras que tiene en el baño. El refrán cumplido al punto. Sin embargo, no fue tan desagradable. Luego el día siguió por ese rumbo. Mucho calor, poca lectura. Hacia las seis de la tarde cambió completamente con la visita de Matías Raia. Larga conversación sobre la digitalización de viejas revistas, Marcelo Fox, la editorial Falbo y la cultura de la derecha en Buenos Aires.

Martes. Hace unos días, en la tercera clase del taller de ciencia-ficción hablé, mucho, sin precisión, sobre Giordano Bruno. Si hubiera preparado la clase, podría haber dicho más cosas. Hoy un alumno del taller me pregunta si saqué el tema por la fecha. El 17 de febrero lo quemaron, me comenta. La coincidencia me impresiona. El nivel del taller es de muy bueno a excelente. Hoy fui a buscar Cuatro años en la Islas Orcadas de José Manuel Moneta. Caminé por Espinoza hasta San Martín y por San Martín unas cuadras más y en un momento doblé hacia el este y encontré el paredón del Cementerio de la Chacarita. Pensé en entrar pero hacía mucho calor. Compré el libro y seguí hasta la estación Tronador del subte B. Bajé en Malabia y volví a caminar. Ahora leo que sobre San Martín más al sur, en Paternal, están haciendo obras por el Metrobus y rellenando canteros con tierra que tiene mal olor. Los operarios trabajan con barbijo. Los vecinos se quejan. El calor no ayuda. El tráfico levanta polvo. Ya circula el rumor de que la tierra viene del cementerio, de las obras que se están haciendo también en Chacarita. La tierra entonces sería fértil pero estaría llena de muerte, de restos cadavéricos, de material orgánico. Nace la leyenda urbana. El Metrobus que llegando a Paternal se carga de fantasmas, un cementerio indio urbano y vial.

Miércoles. Compré Un cirujano en Malvinas, memoria sedimentada de Marcos R. Szymczak. Leo dos páginas y ya quiero reescribirlo. No porque esté mal, al contrario. Me interesa lo de “memoria sedimentada.” ¿Por qué “sedimentada”? ¿Existe una memoria volátil, menos fija, más reciente, más fresca?

Miércoles, más tarde. No hay motivos intrínsecos a la ficción para escribir ficción. Los motivos son externos y casi siempre miserables. La ficción está llena de miseria. Aunque quizás no sea solo la ficción, sino también la escritura, el acto de escribir y su resultado. Y por otra parte, la miseria suele ser un espectáculo notable. Escucho el concierto para piano en la menor de Grieg tocado primero por Rubistein, prolijo, y luego por Radu Lupu, más romántico y pasional. Escuchar es una operación diferente a la de leer, pero, pese a esa diferencia, es posible leer la música. O mejor dicho, ejercer una presión lectora sobre lo que se escucha y luego escribir a partir de eso presión.

Jueves. En el futuro todo nos va a interesar mucho a todos pero eso hoy es imposible.

Jueves, más tarde. Las feministas que conozco están a favor de que el Estado ejerza una censura centralizada sobre la prensa, el arte y los medios de comunicación. Y como el Estado se niega, motivan a la sociedad a realizarla. En muchas casos lo logran porque hace años que ya existe una autocensura sobre determinados temas. Creo que finalmente, y con la llegada de las redes sociales, el feminismo dejó de ser un movimiento o una militancia para transformarse en una moral.

Viernes. En un poema de Hugo Sánchez: “Se navega/ con el bote hundido.”