Libros y Lecturas

Lunes. Compra de libros. El pensamiento vivo de Sarmiento y Eurindia de Ricardo Rojas. Eurindia en dos tomos muy pequeños, de los que sacaba CEAL. Lo empiezo a leer. Es como un manual bien intencionado del choque cultural entre América y Europa. ¿Por qué, en algún momento, relacioné a Rojas con Lugones? Mi hipótesis, nada nueva, es que ambos eran escritores del siglo XIX. Muy poco o nada de humor, ninguna ironía, el peso de la tradición como un manto denso al que hay que responderle con elocuencia… Pero quizás Rojas fue el que más en serio se tomó ese juguete roto al que llamamos literatura.

Domingo. Es de estúpidos asombrarse frente a la estupidez. Pero esta época nos pone a prueba.

Los hombres de los pantanos de Federico Sironi apareció en el 2011 por la editorial Nova Express y, salvo por la lectura de algunos amigos, pasó bastante desapercibido. Con forma de catálogo, Sironi componía un upgrade sintetizado, químico y fragmentario del Adán Buenos Aires. Cada capítulo del libro describía a un personaje, lo situaba y perfilaba. Así nos enterábamos de la existencia del Hombre Bombacha, un artista invertido que “muchas veces creyó estar embarazado”, también del Acertijo, un loco del Borda cuya frase preferida era “¡Soy más malo que Hitler!”, y del Ministro, un asesor jurídico que llevaba “en su personalidad la civilización y la barbarie a la vez.” Me acuerdo de haber leído y releído el libro con interés y, sobre todo, con admiración por esa etnografía eficiente, creativa y desfachatada. (Bastante tiempo después, Dante Sironi, el hijo menor de Federico, me confirmó que todos esos personajes existían y circulaban en una zona que iba del Abasto al Bajo Flores.)

Domingo. Veo Los modernos de Guillermo de Carli, estrenada, entiendo, en el 2019: “Los hechos y la evolución de la Carrera de Sociología, una institución que influyó como pocas en nuestra vida cultural y política.” Trasnoché para verla porque me engaché. Los testimonios –es un documental de testimonios– son desparejos. Y las diferentes épocas se tocan apenas un poco cada una. Habría que dedicarle a cada momento de la carrera un poco más. Faltan personajes que yo diría centrales para el campo intelectual, aunque quizás no de la carrera, como Fogwill, Daniel Hopen y Oscar Landi que es mencionado de pasada. Y me quedan muchas ganas de escuchar una entrevista larga a Horacio González.

Lunes. Vemos cinco películas de Jurassic Park con Carmelo. En orden, de la primera hasta la última, que él vio el año pasado en el cine. Me hizo acordar a que, para Halloween, se probó diferentes disfraces. En un momento le saqué una foto con una máscara de velociraptor que le regalé para una navidad pasada.

Sábado. Ayer, primera vez desde la vuelta de la democracia y la guerra que un presidente abre las sesiones del congreso y no habla de Malvinas. Más tarde, leo una nota en Infobae donde se dice que los británicos ampliaron su zona de influencia en el Atlántico Sur.

Lunes. Ayer, Medida por medida en el Teatro Sarmiento con adaptación y dirección de Gabriel Chamé. Teatro de clown pero con actores –sobre todo Bassi y Gentile, que hacen del Conde y Angelo– muy virtuosos desde lo físico y lo vocal. Pese a que entierran la Máquina Shakespeare, su verba, abajo de gags físicos y miles de chistes coyunturales, en algunos parlamentos, y dada la calidad de los actores, la poesía sigue ahí, se siente, se abre paso. La idea es desafiar el prestigio del autor, una vez más, y eso se dice todo el tiempo. Andá a cantarle a Shakespeare, hablalo con Shakespeare si tenés algún problema, etcétera. Una de las actrices en un momento se para y grita “¡Shakespeare, mi garcha!” Supongo que a Shakespeare le habría gustado. La sala estaba llena y era receptiva. Por mi parte me hubiera gustado un poco más de texto y un poco menos de trama, y también un poco menos de pantomima y despliegue físico. La obra se me estaba haciendo un poco larga porque se respeta la trama completa y Gentile que venía de correr entre el público dijo: “Qué larga esta obra.”

Martes. Me compré un mate hecho con la pata de una vaca forrada en cuero que termina en una pezuña completa. Las mujeres a las que se lo muestran se indignan. Tiene olor a muerte.

Domingo. Viajamos a Las Heras y limpiamos un poco la pileta. Tenía solo la mitad del agua. Llenamos lo que faltaba. (Siempre es rara, incómoda, una pileta a medio llenar.) Después de almorzar, nadamos. Hacía calor y el agua estaba fresca. Hablé con Pierina de Virginia Woolf. Hablamos de Orlando, y de cómo el periodismo emocional busca resaltar sus breves relaciones lésbicas en vez de analizar mejor sus ideas sobre el amor, el humor y la amistad, el grupo de Bloomsbury y también hablamos de Horace, al que nadie le prestó la atención que se merecía. Le pregunté si le gustaría escribir un libro sobre Virginia y me respondió que le gustaría hacer una película. No oculté mi sorpresa. El pronóstico del clima decía que a la madrugada iba a haber tormenta pero dudamos porque la noche estaba muy tranquila. Cenamos y cerramos y guardamos algunas cosas como la ropa que se estaba secando. Cuando todos se fueron a dormir, me acosté a leer en un colchón en el piso del living. Hacía calor y cerré los ojos sin darme cuenta. La tormenta me despertó. Ya había luz, aunque era muy temprano, y me quedé un rato despierto, sintiendo el viento y viendo los árboles moverse hasta que me volví a dormir.

Lunes. No me gustaron las primeras páginas de La Ribera de Wernicke. Muchos errores de todo tipo. Un estilo que se podría corregir sin esfuerzo, y ese estilo pobre y previsible se usa para contar banalidades. El personaje se despierta, el sol es vivificante, él se siente vivo, motivado, sale a ver el río, etcétera, etcétera. El diario sigue siendo mucho más potente, asertivo y honesto.