DRONE B BOCA RIVER

Por Pablo Llonto. Ya está. El bochorno ha finalizado y el drone ya no va por los aires de la Bombonera llevando el pedazo de sábana con la letra B. El fantasma del drone que ahora sobrevuela el fútbol argentino es el fantasma de Grondona. Ya no es la B, es el “Todo pasa”. El jueves 14 de mayo, aquel que saltó a la fama mundial sólo porque se trataba de un Superclásico y por el rating televisivo, quedará como un día más del pasado de un ambiente futbolero que obtiene más violencia de su propia violencia.

 

Sólo faltaba una manga incendiada y un plantel completo asesinado por el fascismo incendiario, una nube de miniaviones piloteados que descargaran napalm en el verde césped y una puerta abierta del enrejado que dejase entrar a La Doce completa para abrazarse con los jugadores boquenses en el campo de juego, a la una de la mañana. Aún así, a la semana siguiente, el todopasa grondoniano sería el gran ganador.

¿Qué hacemos los periodistas deportivos frente a semejantes episodios?

Por el momento, todo lo que se hizo desde la noche del jueves 14 de mayo hasta hoy. Apelar a nuestro reducido diccionario de sinónimos para vociferar: “increíble, tremendo, vergonzozo”. Luego diremos: “Increíble, tremendo, vergonzoso”.

Y así estaremos por los años de los años, mientras relatamos partidos sin saber los reglamentos de la AFA, de la FIFA, y mucho menos el de la CONMEBOL. Sin saber ni siquiera las reglas del Juego, las mismas que dicen que sólo un árbitro puede suspender un partido.

Y así seguiremos, creyendo que las sanciones son blandas o duras de acuerdo a las fechas de suspensión de un estadio, o convencidos del gatillo fácil, pensando que mientras más duras sean las sanciones, menos violencia tendremos en el fútbol.

Y así moriremos, elogiando a Orión dentro de unos meses, y sus brillantes atajadas, cuando todo pase, y el 14 de mayo sea una añeja hoja de almanaque en el moderno celular.

Todos los nombres y apellidos se confunden y entremezclados entre los periodistas deportivos, asoman ahora especialistas de todo tipo, convocados por los medios para terminar diciendo que…no saben qué hacer.

¿Es el periodismo el que debe dar respuestas para “pensar la violencia”?

Evidentemente sí. Llevamos unas cuantas décadas esperando soluciones desde el ámbito dirigencial y todos alimentan la teoría “del parche”.

A ello se suman periodistas que creen saber todo, incluyendo de fútbol, y subidos al púlpito de un micrófono o de un diario tradicionalista, vociferan relaciones y complots diciendo que la culpable es ¡la política! Si fuera por ellos, suprimís a los políticos y suprimís la violencia en el fútbol. Entre los impresentables sobresalen Carlos Pagni, de La Nación, dedicado a contarnos a qué club responde cada diputado o senador o jefe de gobierno o gobernador, y el fanatizado hincha de Independiente Jorge Rizzo, conductor de programas jurídicos-deportivos, y ahora autodenominado defensor del cortesano Carlos Fayt, a quien su capacidad intelectual le ha permitido razonar alguna vez en debates políticos estas frases: “la lista de consejeros se la van a tener que meter en el culo” o “el gobierno se la va a tener que comer doblada”. Si quieren gozar de los alegatos futboleros de Rizzo pueden escucharlo los sábados a la tarde por radio América. Las frases señaladas quedan pequeñas al lado de las cosas que dice sobre dirigentes de fútbol, hinchas de Racing o de Boca.

Así las cosas, la hora de otras generaciones de periodistas ha llegado. Quizás el aporte de los /las jóvenes que estudien el problema, que no simplifiquen las cuestiones a problemas de barras, policías corruptos, políticos ligados a los barrabravas, negocios, sino que entiendan la profundidad de un problema estructural de intolerancia deportiva alimentada por el consumismo, quizás acierten. De ellos esperamos propuestos. Si no, el drone Grondona seguirá volando.

Y entonces, nada de nada, pasará.