pelea pagani arevalo

Por Pablo Llonto. ¡Faltan dos meses para el fin del verano! Y ya no hay con qué darle al papelón del verano. Ganará el trofeo. Difícilmente otros compañeros/as superen la inmundicia de Estudio Fútbol del 12 de enero cuando los vestigios de Horacio Pagani reprochaban con insultos y amenazas a un Martín Arévalo que seguía el juego mientras un Marcelo Palacios sonriente cumplía el rol de bastonero. La salud del periodismo deportivo impide que contemos detalles.

 

Silenciar el episodio no resulta conveniente como nunca esconder la basura debajo de la alfombra resolvió el problema de la mugre. Dentro de poco, al comenzar las clases, escuelas y facultades de periodismo tendrán el video disponible en Youtube para explicar a los alumnos y alumnas que por ahí no…

Interesantes los comentarios de lectores en todas las páginas que uno ha recorrido desde entonces, para medir, al menos, la repercusión por abajo.

Si nos dejáramos guiar por la escritura, hay mayoría de repudio. Pero también hay buena parte de reflexión. Un lector que se llamaría Marcelo Fernández (el absurdo refugio del anonimato en internet impide ver las cosas serias como serias) dijo: “¿Estos impresentables son los que después se rasgan las vestiduras hablando de la violencia en el fútbol? El periodismo deportivo está en el peor momento de su historia. Dan lástima”.

Más allá de lástimas o no, nos llamó la atención la definición: el peor momento de la historia del periodismo deportivo.

Puede que tenga razón el joven Marcelo. No ha llegado a nuestras manos una evaluación histórica de mejores o peores momentos del periodismo deportivo. Sí sabemos que será difícil igualar los tristes momentos de la prensa deportiva durante las dictadura, en especial la última. Debo hacerme cargo de la parte que me corresponde por el período octubre 1978-diciembre 1983.

Y seguramente de los mejores momentos podemos rescatar los primeros tiempos de la democracia, la salida de la revista Un Caño o los talentosos y discretos sablazos que daba Dante Panzeri, sin llegar a decir que le iba a “pegar un tiro con un chumbo” a un colega.

Pero, ¿cuánto de responsabilidad hay de parte nuestra?

Muchísima.

Durante años dejamos pasar y pasar. Pagani era simpático, Nimo era simpático, Araujo era simpático, Tití Fernández y Benedetto eran graciosos. La suma se multiplicaba y el modelo empezó a pesar en los centros de enseñanza.

Tiempo atrás, esta columna y otros intentos más en diversos medios retomaron la lucha por un periodismo mejor.

Que nos ayude a crearle esperanzas a Marcelo Fernández.

Por esa vereda, nada tropical, continuamos.