stop basta

Por Cicco. Antes, diez o quince años atrás, uno era encuestado, sometido a esa cirugía inesperada a corazón abierto, sólo en dos ocasiones claves del país: cuando había elecciones o cuando había censo. Después eras libre de responer sólo a tu esposa y, claro, a mamá.

 

Pero ahora las cosas cambiaron. Basta con levantar el teléfono o encender la computadora para que una voz femenina te pregunte amablemente si querés ser interrogado. Las razones pueden ser múltiples. Desde para medición de rating hasta para medición de rendimiento del servicio que se les antoje. Y las empresas gastan fortunas en -con todo respeto- medírselas y medir, cómo no, a la competencia.

Imagino que usted, como yo, es de los que eluden los sondeos cual Messi en tren hacia el arco. Queremos vivir sin responder. No tenemos tiempo de encajar nuestras ideas elevadas, complejísimas y muy superiores en los cánones de una encuesta tipo. Y si podemos darle a la x en la pantalla cuando vemos que la cosa se está poniendo un poco interrogativa, lo hacemos. Pero sabe una cosa, sí, claro, que lo sabe: no siempre se puede eludirlas. A veces, vuelven y vuelven y vuelven, y si uno quiere conseguir lo que busca, debe, sin faltar, entregarse en cuerpo y alma al bisturí de las preguntas. No hay escapatoria. Tarde o temprano, uno cae y carne de asado de las encuestadoras y las empresas, que quieren ponerle a todo un número. Se piensan que el mundo es cifra y progresión.

Pero bueno, allá ellos.

Antes los poderosos del planeta, querían tu dinero. Ahora quieren tu dinero y además saber de vos, para así sacarte el dinero que te queda. Te tienen agarrado de las tarlipes: pues aún cuando no les respondas, ellos lo saben de antemano. Se deslizan por tus gastos de tarjeta de crédito, se inmiscuyen en el gps de tu celular para saber dónde estás, en tus búsquedas de Google para conocer a fondo, cuáles son tus puntos de interés. Son como una esposa atacada de celos. Lo quieren saber todo.

Una vez Cristian, mi cuñado, me mostró una foto de una base gigantesca, una toma aérea de un techo que parecía una gran fábrica. “¿Ves?”, me dijo. “Tus datos están ahí. Es la base donde està almacenada toda la informaciòn de Facebook. ¿Y sabès quièn es el dueño? La CIA”.

Asì es: no hay encuesta inocente. Y hoy el que manda en este planeta, el capanga de los capangas, ya no necesita tanto poderìa militar. Le basta con saber. Saber para anticipar.

Antes, creíamos, oh ilusos, que sólo espiaban a los sospechosos de cometer atentados. Pero las revelaciones de un ex agente de la CIA nos han demostrado lo contrario: nos espían a todos.

Las propagandas te dirán que sos libre, que sos distinto, que trazás tu propio camino. Que tu voz es única. Sin embargo, a nivel bits de información resulta que sos un corderito como tantos millones. Que formamos parte de un mismo rebaño. Ordenaditos y en fila, camino cantando rumbo al matadero. Meeeee.